¿Para qué es necesaria la Biblia?
¿Cuánto pueden las personas saber de Dios sin la
Biblia? ¿Necesitamos tener la Biblia, o tener alguien que nos diga lo que la
Biblia dice, a fin de saber que Dios existe? ¿La necesitamos para saber que
somos pecadores que necesitan salvación? ¿La necesitamos para saber cómo hallar
la salvación? ¿La necesitamos para conocer la voluntad de Dios en cuanto a
nuestra vida?
Preguntas
como estas son las que una investigación de la necesidad de la Biblia intenta
contestar.
EXPLICACIÓN Y BASE BÍBLICA
La
necesidad de la Biblia se puede definir como sigue: Tener necesidad de la
Biblia quiere decir que necesitamos la Biblia para conocer el evangelio, para
mantener la vida espiritual y para conocer la voluntad de Dios, pero no la
necesitamos para saber que Dios existe ni para saber algo en cuanto al carácter
de Dios y sus leyes morales.
ESA DEFINICIÓN AHORA SE PUEDE EXPLICAR
EN SUS VARIAS PARTES.
A. LA BIBLIA ES NECESARIA PARA CONOCER EL EVANGELIO.
En
Romanos 10:13-17 Pablo dice:
Porque «Todo El Que Invoque El Nombre Del Señor Será Salvo». Ahora Bien,
¿Cómo Invocarán A Aquel En Quien No Han Creído? ¿Y Cómo Creerán En Aquel De
Quien No Han Oído? ¿Y Cómo Oirán Si No Hay Quien Les Predique?. Así Que La Fe Viene Como Resultado De Oír El
Mensaje, Y El Mensaje Que Se Oye Es La Palabra De Cristo.
Esta
afirmación sigue la siguiente línea de razonamiento:
(1) Primero, da por sentado que uno debe invocar el nombre del Señor para
ser salvo. (En el uso paulina generalmente y en este contexto específico [vea
v. 9], «el Señor» se refiere al Como indican secciones subsiguientes, cuando
esta definición dice que la Biblia es necesaria para ciertas cosas, no quiero
implicar que en realidad sea necesario un ejemplar impreso de la Biblia para
cada persona, porque algunos oyen la Biblia leída en voz alta u oyen a otros
que les dicen algo del contenido de la Biblia. Pero incluso estas
comunicaciones orales del contenido de la Biblia se basa en la existencia de
ejemplares escritos de la Biblia a los cuales otros tienen acceso.
(2) Una persona sólo puede invocar el nombre de Cristo si cree en él (es
decir, que él es un Salvador digno de invocar y que responderá a los que le
invocan).
(3) Nadie puede creer en Cristo a menos que haya oído de él.
(4) Nadie puede oír de Cristo a menos que alguien le hable de Cristo (un
«predicador»).
(5) La conclusión es que la fe que salva viene por el oír (es decir, por
oír el mensaje del evangelio), y este oír el mensaje del evangelio viene
mediante la predicación de Cristo.
La
implicación parece ser que sin oír la predicación del evangelio de Cristo nadie
puede ser salvo.
Este
pasaje es uno de los varios que muestran que la salvación eterna viene sólo
mediante la creencia en Cristo y no hay otro camino. Hablando de Cristo, Juan
3: 18 dice: «El que cree en él no es condenado, pero el que no cree ya está
condenado por no haber creído en el nombre del Hijo unigénito de Dios». De
manera similar, en Juan 14: 6, Jesús dice: «Yo soy el camino, la verdad y la
vida. Nadie llega al Padre sino por mí».
Pedro,
cuando lo llevaron ante el sanedrín, dijo: «En ningún otro hay salvación,
porque no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres mediante el cual
podamos ser salvos» (Hch 4: 12). Por supuesto, la exclusividad de la salvación
por Cristo se debe a que Jesús es el único que murió por nuestros pecados y el
único que pudo haberlo hecho. Pablo dice: «Porque hay un solo Dios y un solo
mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, quien dio su vida como
rescate por todos» (1ª Ti 2:5-6).
No hay
otra manera, de reconciliarnos con Dios que por medio de Cristo, porque no hay
otra manera de lidiar con la culpa de nuestros pecados ante un Dios santo.
Pero
si las personas solo pueden salvarse por fe en Cristo, alguien pudiera
preguntar cómo los creyentes bajo el antiguo pacto podían salvarse. La
respuesta debe ser que los que se salvaron bajo el antiguo pacto también se
salvaron mediante la fe en Cristo, aunque su fe fue una fe que miraba hacia
adelante basada en la Palabra de Dios que prometía el advenimiento de un Mesías
o un Redentor.
Hablando
de creyentes del Antiguo Testamento como Abel, Enoc, Noé, Abraham y Sara, el
autor de Hebreos dice: «Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber
recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos»(Heb 11:
13).
El
mismo capítulo pasa a decir que Moisés «consideró que el oprobio por causa del
Mesías (o Cristo) era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía
la mirada puesta en la recompensa» (Heb 11: 26). Y Jesús puede decir de
Abraham:
«Abraham,
el padre de ustedes, se regocijó al pensar que vería mi día; y lo vio y se
alegró» Gn 8:56). Esto, de nuevo, evidentemente se refiere a la alegría de
Abraham al mirar hacia adelante al día del Mesías prometido. De este modo,
incluso los creyentes del Antiguo Testamento tuvieron fe salvadora en Cristo, a
quien miraban por delante, no con el conocimiento exacto de los detalles
históricos de la vida de Cristo, sino con gran fe en la absoluta confiabilidad
de la promesa de Dios.
NOTA: Alguien podría objetar que el versículo que
sigue, Ro 10:18, al citar Sal 19: 4: «por toda la tierra resuena su eco, sus
palabras llegan hasta los confines del mundo», implica que toda persona en
todas panes ya ha oído el mensaje del evangelio el mensaje de Cristo.
Pero en el contexto del Salmo 19 el versículo 4
sólo habla del hecho de que la creación natural, especialmente los cielos,
proclaman la gloria de Dios y la grandeza de su actividad creadora. No hay
pensamiento aquí de la proclamación de salvación por medio de Cristo. La idea
de que toda persona en toda parte haya oído el evangelio de Cristo mediante la
revelación natural sería contraria a las actividades misioneras de Pablo.
Sobre la cuestión de si es justo que Dios condene a
los que nunca han oído de Cristo, vea la explicación en el capítulo 19.
La
Biblia es necesaria para la salvación, entonces, en este sentido: uno debe o
bien leer el mensaje del evangelio en la Biblia por uno mismo, u oírlo de otra
persona. Incluso los creyentes que llegaron a la salvación en el antiguo pacto
lo hicieron confiando en las palabras de Dios con que prometió un Salvador.
Es
más, estas repetidas instancias de personas que confiaron en las palabras de la
promesa de Dios, junto con los versículos mencionados arriba que afirman la
necesidad de oír de Cristo y creer en él, parecen indicar que los pecadores
necesitan más sobre qué apoyar su fe que simplemente una idea intuitiva de que
Dios tal vez pudiera proveer un medio de salvación.
Parece
que el único cimiento suficiente firme para apoyar uno la fe es la palabra
misma de Dios (sea hablaba o escrita).
Esto,
en los tiempos más antiguos vino en una forma muy breve, pero desde el mismo
principio tenemos evidencia de palabras de Dios que prometían la salvación que
vendría, palabras en las que confiaron los que Dios llamó a sí mismo.
Por
ejemplo, incluso en la vida de Adán y Eva hay palabras de Dios que señalan
hacia una salvación futura; en Génesis 3:15la maldición a la serpiente incluye
una promesa de que la simiente de la mujer (uno de sus descendientes)
aplastaría la cabeza de la serpiente pero él mismo caería herido en el proceso,
promesa que un día se cumplió en Cristo. El hecho de que los dos primeros hijos
de Adán y Eva, Caín y Abel, ofrecieron sacrificios al Señor (Gn 4: 3-4) indica
que tenían conciencia de la necesidad de hacer algún tipo de pago por sus
pecados y de la promesa de Dios de aceptar los sacrificios que ofrecieran de
manera apropiada. Génesis 4:7:
«Si
hicieras lo bueno, podrías andar con la frente en alto» expresa de nuevo de
manera breve palabras de Dios en que ofrecía algún tipo de salvación al que
confiara en la promesa de Dios.
Conforme
progresaba la historia del Antiguo Testamento, las palabras de Dios que
expresaban promesas se iban haciendo cada vez más específicas, y la fe del
pueblo de Dios que miraba hacia delante se fue haciendo cada vez más definida.
Sin
embargo, siempre parece haber habido una fe apoyada-específicamente en las
palabras del mismo Dios. Así que, aunque más adelante se argumentará que aparte
de la Biblia las personas pueden saber que Dios existe y pueden saber algo de
sus leyes, parece que no hay posibilidad de llegar a tener una fe que salva
aparte del conocimiento específico de las palabras de la promesa de Dios.
B. LA BIBLIA ES NECESARIA PARA MANTENER LA VIDA ESPIRITUAL
Jesús
dijo en Mateo 4: 4 (citando Dt 8: 3): «No sólo de pan vive el hombre, sino de
toda palabra que sale de la boca de Dios». Aquí Jesús indica que nuestra vida
espiritual se mantiene mediante la alimentación diaria con la Palabra de Dios,
tal como nuestra vida fisica se mantiene por la nutrición diaria con alimento
fisico.
Descuidar
la lectura regular de la palabra de Dios es perjudicial para la salud del alma,
así como descuidar el alimento fisico es perjudicial para la salud de nuestro
cuerpo.
De
modo similar, Moisés le dice al pueblo de Israel la importancia de las palabras
de Dios para la vida: «Porque no son palabras vanas para ustedes, sino que de
ellas depende su vida; por ellas vivirán mucho tiempo en el territorio que van
a poseer al otro lado del Jordán» (Dt 32: 47); y Pedro anima a los creyentes a
quienes les escribe diciéndoles: «Deseen con ansias la leche pura de la
palabra, como niños recién nacidos. Así, por medio de ella, crecerán en su
salvación» (1ª P 2: 2).
La
«leche pura de la palabra» en este contexto se debe referir a la Palabra de
Dios de la cual Pedro ha estado hablando (vea 1ª P 1: 23-25). La Biblia,
entonces, es necesaria para mantener la vida espiritual y para el crecimiento
en la vida cristiana.
C. LA BIBLIA ES NECESARIA PARA EL CONOCIMIENTO CERTERO DE LA VOLUNTAD
DE DIOS
Más
adelante se explicará que toda persona que jamás ha nacido tiene algún
conocimiento de la voluntad de Dios mediante su conciencia. Pero este
conocimiento a menudo es indistinto y no puede dar certeza.
A
decir verdad, si no hubiera palabra de Dios escrita, no podríamos tener certeza
en cuanto a la voluntad de Dios por otros medios tales como la conciencia, el
consejo de otros, el testimonio interno del Espíritu Santo, circunstancias
cambiantes, y el uso de razonamiento santificado y sentido común.
Todo
esto puede darnos una aproximación a la voluntad de Dios en maneras más o menos
confiables, pero de estos medios por sí solos no se puede lograr ninguna
certeza en cuanto a la voluntad de Dios, por lo menos en un mundo caído en
donde el pecado distorsiona nuestra percepción del bien y el mal, inserta
razonamiento defectuoso en nuestro proceso de pensamiento, y nos hace suprimir
de tiempo en tiempo el testimonio de nuestra conciencia (Jer 17: 9; Ro 2: 14-15; 1ª Co 8: 10; Heb 5:
14; 10: 22; también 1ª Ti 4: 2; Tit 1: 15).
En la
Biblia, sin embargo, tenemos afirmaciones claras y definitivas en cuanto a la
voluntad de Dios. Dios no nos ha revelado todas las cosas, pero sí nos ha
revelado lo suficiente para que sepamos su voluntad: «Lo secreto le pertenece
al Señor nuestro Dios, pero lo revelado nos pertenece a nosotros y a nuestros
hijos para siempre, para que obedezcamos todas las palabras de esta ley» (Dt
29:29).
Como
fue en el tiempo de Moisés, así lo mismo con nosotros ahora: Dios nos ha
revelado sus palabras para que podamos obedecer sus leyes y por consiguiente
hacer su voluntad.
Los
que son «intachables» ante Dios son «1os que andan conforme a la ley del Señor»
(Sal 119: 1). El hombre «dichoso» es el que no sigue la voluntad de los malos
(Sal
1: 1), sino que se deleita «en la ley del Señor», y medita en la ley de Dios
«día y noche» (Sal 1:2). Amar a Dios (y por lo tanto actuar de una manera que
le agrade a él) es «guardar sus mandamientos» (1ª Jn 5:3).
Para
tener conocimiento cierto de la voluntad de Dios, entonces, debemos procurarlo
mediante el estudio de la Biblia. De hecho, en cierto sentido se puede afirmar
que la Biblia es necesaria para conocimiento cierto de cualquier cosa. El
filósofo pudiera argumentar como sigue:
El
hecho de que no lo sepamos todo requiere que no tengamos certeza en cuanto a
todo lo que afirmamos saber. Esto es porque cualquier dato que nos es ahora
desconocido pudiera aflorar y demostrar que lo que habíamos pensado que era
verdad en realidad es falso. Por ejemplo, pensamos que sabemos nuestra fecha de
nacimiento, nuestro nombre, nuestra edad, etcétera.
Pero
debemos reconocer que es posible que algún día pudiéramos hallar que nuestros
padres nos dieron información falsa y nuestro conocimiento «cierto» es
incorrecto. Respecto a los acontecimientos que personalmente hemos
experimentado, todos nos damos cuenta cómo es posible que «recordemos» palabras
o acontecimientos incorrectamente y que más tarde nos veamos corregidos por
información más precisa.
Podemos
por lo general tener más certeza en cuanto a acontecimientos de nuestra
experiencia presente, en tanto y en cuanto siga siendo presente (pero incluso
eso, alguien pudiera aducir, pudiera ser un sueño, Y descubriremos eso sólo
cuando nos despertemos). En cualquier caso, es dificil responder a la pregunta
del mósofa:
Si no
tenemos todos los datos sobre el universo, pasados, presentes y futuros, ¿cómo
podemos vamos a tener la certeza de que tenemos la información correcta acerca
de algún dato?
En
última instancia hay sólo dos soluciones posibles a este problema:
(1) Debemos adquirir todos los datos del universo a fin de estar seguros de
que ningún dato que se pudiera descubrir subsiguientemente demuestre que
nuestras ideas presentes son falsas; o.
(2) Alguien que en efecto tiene todos los datos del universo, y que nunca
miente, pudiera ofrecemos algunos datos verdaderos para que podamos tener la
seguridad que jamás serán contradichos.
Esta
segunda solución es, en verdad, lo que tenemos en las palabras de Dios en la
Biblia. Dios sabe todos los datos que siempre han existido y los que van a
existir; y este Dios que es omnisciente (todo lo sabe) tiene conocimiento
absoluto; no puede haber ningún dato que él no conozca ya; y por eso, nunca
podrá haber nada que demuestre que algo que Dios piensa es falso.
Es de
esta infinita bodega de conocimientos ciertos de lo que Dios, que nunca miente,
nos ha hablado en la Biblia, en la cual nos ha dicho muchas cosas verdaderas en
cuanto a sí mismo, en cuanto a nosotros mismos y en cuanto al universo que él
hizo. Jamás podrá aparecer ningún dato que contradiga la verdad que haya dicho
este Ser omnisciente.
Por
tanto, es apropiado que tengamos más certeza en cuanto a las verdades que
leemos en la Biblia que en cuanto a cualquier otro conocimiento que tengamos.
Si vamos a hablar de grados de certeza del conocimiento que tenemos, el
conocimiento que obtenemos de la Biblia tendría el grado más alto de certeza;
si la palabra «cierto» se puede aplicar a alguna clase de conocimiento humano,
se puede aplicar a este conocimiento.
NOTA. Esta afirmación da por sentado que nos hemos
convencido de que la Biblia es en verdad las mismas palabras de Dios, y que
hemos entendido correctamente por lo menos algunas porciones de la Biblia. Sin
embargo, en este punto, la doctrina de la claridad de la Biblia que se
consideró en el capítulo previos nos asegura que podemos entender correctamente
las enseñanzas de la Biblia, y el testimonio abrumador de la Biblia de su
propia autoría divina (que se consideran en los capítulos arriba respecto a las
diferentes formas de la palabra de Dios y en cuanto a la autoridad de la
Biblia), hecha persuasiva en nosotros por la obra del Espíritu Santo, nos
convence de la autoría divina de la Biblia.
En este sentido el argumento se convierte no tanto
en circular como algo como una espiral en el que cada sección de la doctrina de
la Biblia refuerza a la otra y ahonda nuestra persuasión de la veracidad de
otras secciones de la doctrina de la Biblia. Por este proceso nuestra
persuasión de que la Biblia es la palabra de Dios, que es verdad, que es clara,
y que el conocimiento cierto que obtenemos de ella es cierto, se vuelve más y
más fuerte mientras más estudiamos y reflexionamos en ella.
Podemos, por supuesto, hablar de grados de certeza
que podríamos obtener respecto al hecho de que la Biblia es la palabra de Dios,
y grados de certeza de que nuestra interpretación de alguna de sus enseñanzas
de la Biblia es correcta. Luego, desde el punto de vista de la experiencia
personal del individuo, podríamos decir que nuestra certeza de la corrección
del conocimiento que tenemos de la Biblia crece en proporción a nuestra certeza
en cuanto al carácter exhalado por Dios y claridad de la Biblia.
Este
concepto de la certeza del conocimiento que obtenemos de la Biblia entonces nos
da una base razonable para afirmar la corrección de mucho del resto del
conocimiento que tengamos. Leemos la Biblia y hallamos que su concepto del
mundo que nos rodea, de la naturaleza humana y de nosotros mismos corresponde
estrechamente con la información que hemos obtenido de nuestras propias
experiencias sensoriales en el mundo que nos rodea.
Así
que nos sentimos animados a confiar en nuestras experiencias sensoriales del
mundo que nos rodea; nuestras observaciones corresponden con la verdad absoluta
de la Biblia; por consiguiente, nuestras observaciones también son ciertas y,
en general, confiables. Tal confianza en la confiabilidad general de las
observaciones hechas con nuestros ojos y oídos queda confirmada adicionalmente
por el hecho de que es Dios quien hizo estas facultades y que en la Biblia
frecuentemente nos anima a usarlas (compare también Pr 20: 12: «Los oídos para oír
y los ojos para ver: ¡hermosa pareja que el Señor ha creado!»).
De
esta manera el creyente que toma la Biblia como Palabra de Dios escapa del
escepticismo filosófico en cuanto a la posibilidad de obtener conocimiento
cierto con nuestras mentes finitas. En este sentido, entonces, es correcto
decir que para las personas que no son omniscientes, la Biblia es necesaria
para tener conocimiento cierto de cualquier cosa.
Este
hecho es importante para la explicación que sigue, en donde afirmamos que los
que no creen pueden saber algo en cuanto a Dios partiendo de la revelación
general que se ve en el mundo que los rodea. Aunque esto es verdad, debemos
reconocer que en un mundo caído el conocimiento que se obtiene por observación
del mundo siempre es imperfecto y siempre proclive a error o interpretación
errada.
Por
consiguiente, el conocimiento de Dios y la creación que se obtiene de la Biblia
se debe usar para interpretar correctamente la creación que nos rodea. Usando
los términos teológicos que definiremos más abajo, podemos decir que
necesitamos revelación especial para interpretar correctamente la revelación
general.
D. PERO LA BIBLIA NO ES NECESARIA PARA SABER QUE DIOS EXISTE
¿QUÉ DE LOS QUE NO LEEN
LA BIBLIA? ¿PUEDEN ELLOS OBTENER ALGÚN CONOCIMIENTO DE DIOS? ¿PUEDEN SABER ALGO
EN CUANTO A LAS LEYES DE DIOS?
Sí;
sin la Biblia algún conocimiento de Dios es posible, aun si no es conocimiento
absolutamente cierto.
Los
seres humanos pueden obtener cierto conocimiento de que Dios existe y cierto
conocimiento de algunos de sus atributos simplemente observándose a sí mismos y
el mundo que los rodea. David dice: «Los cielos cuentan la gloria de Dios, el
firmamento proclama la obra de sus manos» (Sal 19: 1). Mirar el firmamento es
ver evidencia del poder infinito, sabiduría e incluso belleza de Dios; es observar un testigo majestuoso de la
gloria de Dios.
De
manera similar, Bernabé y Pablo les hablaron a los habitantes griegos de Listra
en cuanto al Dios viviente que hizo los cielos y la tierra: «En épocas pasadas
él permitió que todas las naciones siguieran su Dios y que en efecto entendemos
sus enseñanzas (por lo menos sus enseñanzas principales) correctamente,
entonces es apropiado decir que el conocimiento que obtenemos de la Biblia es
más cierto que cualquier otro conocimiento que tengamos.
Sin
embargo, no ha dejado de dar testimonio de sí mismo haciendo el bien, dándoles
lluvias del cielo y estaciones fructíferas, proporcionándoles comida y alegría
de corazón» (Hch 14: 16-17).
Las
lluvias y las estaciones fructíferas, la comida que produce la tierra, y la
alegría de corazón de las personas dan testimonio todas, del hecho de que su
Creador es un Dios de misericordia, de amor e incluso de alegría. Estas
evidencias de Dios están en toda la creación que nos rodea para que las vean
los que están dispuestos a verlas.
Incluso
aquellos que en su maldad suprimen la verdad no pueden evadir las evidencias de
la existencia y naturaleza de Dios en el orden creado:
Lo Que Se Puede Conocer Acerca De Dios Es Evidente Para Ellos, Pues Él
Mismo Se Lo Ha Revelado. Porque Desde La Creación Del Mundo Las Cualidades
Invisibles De Dios, Es Decir, Su Eterno Poder Y Su Naturaleza Divina, Se
Perciben Claramente A Través De Lo Que Él Creó, De Modo Que Nadie Tiene Excusa.
A Pesar De Haber Conocido A Dios, No Lo Glorificaron Como A Dios Ni Le Dieron
Gracias, Sino Que Se Extraviaron En Sus Inútiles Razonamientos, Y Se Les
Oscureció Su Insensato Corazón (Ro 1: 19-21).
Aquí
Pablo dice no sólo que la creación da evidencia de la existencia y carácter de
Dios, sino que también incluso los perversos reconocen esa evidencia. Lo que se
puede saber de Dios «es evidente para ellos» y en verdad «a pesar de haber
conocido a Dios» (evidentemente, sabían quién era Dios), «no lo glorificaron
como a Dios ni le dieron gracias».
Este
pasaje nos permite decir que toda persona, incluso la más perversa, tiene algún
conocimiento interno o percepción de que Dios existe y de que es un Creador
poderoso. Este conocimiento se ve «a través de lo que él creó», frase que se
refiere a toda la creación.
Sin
embargo es probable que al ver a los seres humanos creados a imagen de Dios -es
decir, al verse a sí mismos y a otras personas que incluso los perversos ven la
grandiosa evidencia de la existencia y naturaleza de Dios.
Así
que, incluso sin la Biblia, todas las personas que han existido han tenido
evidencia en la creación de que Dios existe, que es el Creador y ellas son sus
criaturas, y también han tenido alguna evidencia del carácter de Dios. Como
resultado, ellas mismos han sabido algo en cuanto a Dios partiendo de esta
evidencia (aunque nunca se dice que este sea un conocimiento que pueda
llevarlos a la salvación).
NOTA: El teólogo suizo Karl Barth (1886-1968)
negaba que el hombre natural pueda saber algo de Dios mediante la revelación
general que se halla en la naturaleza, pero insistía en que el conocimiento de
Dios puede venir sólo mediante un conocimiento de la gracia de Dios en Cristo.
Su rechazo radical de la revelación natural no ha ganado aceptación general;
descansa en una noción improbable de de Ro 1: 21 se refiere a un conocimiento
de Dios en teoría pero no de hecho.
E. ES MÁS, LA BIBLIA NO ES NECESARIA PARA SABER ALGO EN CUANTO AL CARÁCTER
DE DIOS Y SUS LEYES MORALES.
En
Romanos 1 Pablo pasa a mostrar que incluso los que no creen que no tienen
registro escrito de las leyes de Dios tienen en la conciencia algún
entendimiento de las demandas morales de Dios. Hablando de una larga lista de
pecados (envidia, homicidios, contiendas, engaños»), Pablo dice que los malos
que las practican, «Saben bien que, según el justo decreto de Dios, quienes
practican tales cosas merecen la muerte; sin embargo, no sólo siguen
practicándolas sino que incluso aprueban a quienes las practican» (Ro 1: 32).
Los malos saben que su pecado es un mal, por lo menos en gran medida.
Pablo
entonces habla de la actividad de la conciencia en los gentiles que no tienen
la ley escrita:
De Hecho, Cuando Los Gentiles, Que No Tienen La Ley, Cumplen Por
Naturaleza Lo Que La Ley Exige, Ellos Son Ley Para Sí Mismos, Aunque No Tengan
La Ley. Éstos Muestran Que Llevan Escrito En El Corazón Lo Que La Ley Exige,
Como Lo Atestigua Su Conciencia, Pues Sus Propios Pensamientos Algunas Veces
Los Acusan Y Otras Veces Los Excusan (Ro 2: 14-15).
La
conciencia de los que no creen les da testimonio de las normas morales de Dios,
pero a veces esta evidencia de la ley de Dios en el corazón de los que no creen
es distorsionar o se suprime. Algunos de sus pensamientos los «acusan» ya veces
sus pensamientos los «excusan», dice Pablo.
El
conocimiento de las leyes de Dios derivado de tales fuentes nunca es perfecto,
pero es suficiente para dar conciencia de las demandas morales de Dios a toda
la humanidad. (Es sobre esta base que Pablo afirma que todo ser humano es
culpable ante Dios por el pecado, incluso los que no tienen las leyes de Dios
escritas en la Biblia.).
El
conocimiento de la existencia, carácter y ley moral de Dios, que viene por
creación a toda la humanidad, a menudo se llama «revelación general» (porque
viene a toda persona en general).
La
revelación general viene al observar la naturaleza, al ver a Dios influyendo
directamente en la historia, y mediante el sentido interno de la existencia de
Dios y sus leyes que él ha colocado dentro de todo ser humano.
La
revelación general es distinta de la «revelación especial» que se refiere a las
palabras de Dios dirigidas a personas específicas, tales como las palabras de
la Biblia, las palabras de los profetas del Antiguo Testamento y los apóstoles
del Nuevo Testamento, y las palabras de Dios dichas en discurso personal, tales
como en el monte Sinaí o el bautismo de Jesús.
La
revelación especial incluye todas las palabras de la Biblia, pero no se limita
a las palabras de la Biblia, porque también incluye, por ejemplo, muchas
palabras de Jesús que no están registradas en la Biblia, y probablemente hubo
muchas palabras dichas por los profetas del Antiguo Testamento y los apóstoles
del Nuevo Testamento que tampoco están anotadas en la Biblia.
NOTA: La conciencia de los no creyentes es
suprimida o se endurece en varios aspectos de moralidad, dependiendo de las
influencias culturales y circunstancias personales. Una sociedad caníbal, por
ejemplo, tendrá muchos miembros cuya conciencia está endurecida y es insensible
respecto al mal del homicidio, en tanto que la sociedad estadounidense, por
ejemplo, exhibe muy poca sensibilidad de conciencia respecto al mal de falsedad
en el habla, o falta de respeto por la autoridad de los padres, o por la
inmoralidad sexual.
Es más, individuos que cometen repetidamente un
cierto pecado a menudo hallan que los aguijonazos de la conciencia disminuyen
con el tiempo; un ladrón puede sentirse muy culpable después de su primer o
segundo robo, pero sentir escasa culpa después de haber robado veinte veces. El
testimonio de la conciencia todavía está allí en cada caso, pero lo suprime la
maldad repetida.
Vea en el capítulo 2, una consideración de las
palabras de Dios en habla personal, las palabras de Dios dichas por labios
humanos, y las palabras de Dios en la Biblia, todo lo cual cae en la categoría
de revelación especial.
La
verdad de que toda persona sabe algo de las leyes morales de Dios es una gran
bendición para la sociedad, porque si no las supieran no habría ningún freno
social para el mal que las personas harían y ningún freno de parte de su
conciencia.
Pero
debido a que hay algún conocimiento común del bien y del mal, los creyentes a
menudo pueden hallar mucho consenso con los que no son cristianos en cuestiones
de ley civil, normas de la comunidad, ética comercial básica y actividad
profesional, y patrones aceptables de conducta en la vida ordinaria.
Es
más, podemos apelar al sentido de bien dentro del corazón de las personas (Ro
2: 14) al intentar lograr que se emitan mejores leyes o que se descarten leyes
malas, o enderezar algunas de las injusticias en la sociedad que nos rodea.
El
conocimiento de la existencia y carácter de Dios también provee una base de
información que permite que el evangelio tenga sentido en el corazón y la mente
del que no es creyente; los que no creen saben que Dios existe y que han roto
sus normas, así que las noticias de que Cristo murió para pagar por sus pecados
deben ser verdaderamente buenas noticias para ellos.
Sin
embargo, se debe martillar que la Biblia en ninguna parte indica que alguien
pueda conocer el evangelio, o saber el camino de salvación, mediante la
revelación general. Las personas pueden saber que Dios existe, que es su Creador,
que le deben obediencia, y que han pecado contra él. La existencia de sistema
de sacrificios en religiones primitivas en toda la historia atestigua el hecho
de que las personas pueden saber estas cosas claramente aparte de la Biblia.
Las
repetidas «lluvias y temporadas fructíferas» mencionadas en Hechos 14: 17
pueden incluso guiar a algunos a razonar que Dios no sólo es santo y justo sino
también de un Dios amoroso y perdonador. Pero cómo la santidad y la justicia de
Dios se pueden jamás reconciliar con su disposición para perdonar pecados es un
misterio que jamás ha sido resuelto por ninguna religión aparte de la Biblia.
Tampoco
la Biblia nos da ninguna esperanza de que de alguna manera se le pueda
descubrir aparte de la revelación específica de Dios. Es la gran maravilla de
nuestra redención que Dios mismo ha provisto el camino de salvación al enviar a
su propio Hijo, que es a la vez Dios y hombre, para que sea nuestro
representante y lleve la pena de nuestro pecado, combinando así la justicia y
el amor de Dios en un acto infinitamente sabio y de gracia asombrosa.
Este
hecho, que parece tan común al oído cristiano, no debe perder su asombro para
nosotros; jamás podría haberlo concebido el hombre aparte de la revelación
especial y verbal de Dios.
Es más,
incluso si alguno que sigue una religión primitiva pudiera pensar que Dios de
alguna manera debe haber pagado él mismo la pena de nuestros pecados, tal
pensamiento sería solamente una especulación extraordinaria. Jamás podría
sostenerse con suficiente certeza como para que fuera base en la cual apoyar fe
que salva, a menos que Dios mismo confirmara con sus propias palabras tal
especulación, es decir, las palabras del evangelio proclamando bien que eso en
verdad iba a suceder (si la revelación vino en el tiempo antes de Cristo) o que
ya ha sucedido (si la revelación vino en tiempo después de Cristo).
La
Biblia nunca considera la especulación humana aparte de la Palabra de Dios como
suficiente base en la cual decir que esa es fe que salva. La fe que salva,
según la Biblia, siempre es la confianza en Dios que se apoya en la veracidad
de las propias palabras de Dios.
PREGUNTAS PARA APLICACIÓN PERSONAL
1. Cuando usted le está testificando a uno que no es creyente, ¿qué es lo
que usted querría por sobre todo lo demás que esa persona lea? ¿Conoce usted a
alguien que alguna vez llegó a ser creyente sin haber leído la Biblia o haber
oído que alguien le decía lo que la Biblia dice? ¿Cuál es, entonces la tarea
primordial del misionero evangelizador? ¿Cómo debe la necesidad de la Biblia
afectar nuestra orientación misionera?
2. ¿Alimenta usted su alma con el alimento espiritual de la Palabra tan
cuidadosa y diligentemente como alimenta su cuerpo con alimento físico? ¿Qué
nos hace tan insensibles espiritualmente que sentimos el hambre física más
intensa? ¿Ente que el hambre espiritual? ¿Cuál es el remedio?
3. Al buscar activamente la voluntad de Dios, ¿en dónde deberíamos pasar
la mayor parte de nuestro tiempo y esfuerzo? En la práctica, ¿en dónde pasa
usted la mayor parte de su tiempo y esfuerzo al buscar la voluntad de Dios? ¿Le
parece alguna vez que los principios de Dios en la Biblia están en conflicto
con lo que parece ser la dirección que recibimos de sentimientos, conciencia,
consejo, circunstancias, razonamiento humano o la sociedad? ¿Cómo debemos
tratar de resolver el conflicto?
4. ¿Es tarea inútil esforzarnos por legislación civil basada en normas que
estén de acuerdo con los principios morales de Dios que señala la Biblia? ¿Por
qué hay buena razón para esperar que a la larga pudiéramos persuadir a una gran
mayoría de nuestra sociedad que adopte leyes congruentes con las normas
bíblicas? ¿Qué podría estorbar este esfuerzo?
TÉRMINOS ESPECIALES
Necesidad
de la Biblia, revelación especial, revelación general, revelación natural
PASAJE BÍBLICO PARA MEMORIZAR
Mateo 4:4: Jesús Le Respondió: «Escrito Está: "No Sólo De Pan Vive
El Hombre, Sino De Toda Palabra Que Sale De La Boca De Dios"».