LA NECESIDAD DE LA ESCRITURA

¿Para qué es necesaria la Biblia? 

¿Cuánto pueden las personas saber de Dios sin la Biblia? ¿Necesitamos tener la Biblia, o tener alguien que nos diga lo que la Biblia dice, a fin de saber que Dios existe? ¿La necesitamos para saber que somos pecadores que necesitan salvación? ¿La necesitamos para saber cómo hallar la salvación? ¿La necesitamos para conocer la voluntad de Dios en cuanto a nuestra vida?
Preguntas como estas son las que una investigación de la necesidad de la Biblia intenta contestar.
EXPLICACIÓN Y BASE BÍBLICA
La necesidad de la Biblia se puede definir como sigue: Tener necesidad de la Biblia quiere decir que necesitamos la Biblia para conocer el evangelio, para mantener la vida espiritual y para conocer la voluntad de Dios, pero no la necesitamos para saber que Dios existe ni para saber algo en cuanto al carácter de Dios y sus leyes morales.
ESA DEFINICIÓN AHORA SE PUEDE EXPLICAR EN SUS VARIAS PARTES.

A. LA BIBLIA ES NECESARIA PARA CONOCER EL EVANGELIO.

En Romanos 10:13-17 Pablo dice:
Porque «Todo El Que Invoque El Nombre Del Señor Será Salvo». Ahora Bien, ¿Cómo Invocarán A Aquel En Quien No Han Creído? ¿Y Cómo Creerán En Aquel De Quien No Han Oído? ¿Y Cómo Oirán Si No Hay Quien Les Predique?.  Así Que La Fe Viene Como Resultado De Oír El Mensaje, Y El Mensaje Que Se Oye Es La Palabra De Cristo.
Esta afirmación sigue la siguiente línea de razonamiento:
(1) Primero, da por sentado que uno debe invocar el nombre del Señor para ser salvo. (En el uso paulina generalmente y en este contexto específico [vea v. 9], «el Señor» se refiere al Como indican secciones subsiguientes, cuando esta definición dice que la Biblia es necesaria para ciertas cosas, no quiero implicar que en realidad sea necesario un ejemplar impreso de la Biblia para cada persona, porque algunos oyen la Biblia leída en voz alta u oyen a otros que les dicen algo del contenido de la Biblia. Pero incluso estas comunicaciones orales del contenido de la Biblia se basa en la existencia de ejemplares escritos de la Biblia a los cuales otros tienen acceso.
(2) Una persona sólo puede invocar el nombre de Cristo si cree en él (es decir, que él es un Salvador digno de invocar y que responderá a los que le invocan).
(3) Nadie puede creer en Cristo a menos que haya oído de él.
(4) Nadie puede oír de Cristo a menos que alguien le hable de Cristo (un «predicador»).
(5) La conclusión es que la fe que salva viene por el oír (es decir, por oír el mensaje del evangelio), y este oír el mensaje del evangelio viene mediante la predicación de Cristo.
La implicación parece ser que sin oír la predicación del evangelio de Cristo nadie puede ser salvo.
Este pasaje es uno de los varios que muestran que la salvación eterna viene sólo mediante la creencia en Cristo y no hay otro camino. Hablando de Cristo, Juan 3: 18 dice: «El que cree en él no es condenado, pero el que no cree ya está condenado por no haber creído en el nombre del Hijo unigénito de Dios». De manera similar, en Juan 14: 6, Jesús dice: «Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie llega al Padre sino por mí».
Pedro, cuando lo llevaron ante el sanedrín, dijo: «En ningún otro hay salvación, porque no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres mediante el cual podamos ser salvos» (Hch 4: 12). Por supuesto, la exclusividad de la salvación por Cristo se debe a que Jesús es el único que murió por nuestros pecados y el único que pudo haberlo hecho. Pablo dice: «Porque hay un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, quien dio su vida como rescate por todos» (1ª Ti 2:5-6).
No hay otra manera, de reconciliarnos con Dios que por medio de Cristo, porque no hay otra manera de lidiar con la culpa de nuestros pecados ante un Dios santo.
Pero si las personas solo pueden salvarse por fe en Cristo, alguien pudiera preguntar cómo los creyentes bajo el antiguo pacto podían salvarse. La respuesta debe ser que los que se salvaron bajo el antiguo pacto también se salvaron mediante la fe en Cristo, aunque su fe fue una fe que miraba hacia adelante basada en la Palabra de Dios que prometía el advenimiento de un Mesías o un Redentor.
Hablando de creyentes del Antiguo Testamento como Abel, Enoc, Noé, Abraham y Sara, el autor de Hebreos dice: «Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos»(Heb 11: 13).
El mismo capítulo pasa a decir que Moisés «consideró que el oprobio por causa del Mesías (o Cristo) era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa» (Heb 11: 26). Y Jesús puede decir de Abraham:
«Abraham, el padre de ustedes, se regocijó al pensar que vería mi día; y lo vio y se alegró» Gn 8:56). Esto, de nuevo, evidentemente se refiere a la alegría de Abraham al mirar hacia adelante al día del Mesías prometido. De este modo, incluso los creyentes del Antiguo Testamento tuvieron fe salvadora en Cristo, a quien miraban por delante, no con el conocimiento exacto de los detalles históricos de la vida de Cristo, sino con gran fe en la absoluta confiabilidad de la promesa de Dios.
NOTA: Alguien podría objetar que el versículo que sigue, Ro 10:18, al citar Sal 19: 4: «por toda la tierra resuena su eco, sus palabras llegan hasta los confines del mundo», implica que toda persona en todas panes ya ha oído el mensaje del evangelio el mensaje de Cristo.
Pero en el contexto del Salmo 19 el versículo 4 sólo habla del hecho de que la creación natural, especialmente los cielos, proclaman la gloria de Dios y la grandeza de su actividad creadora. No hay pensamiento aquí de la proclamación de salvación por medio de Cristo. La idea de que toda persona en toda parte haya oído el evangelio de Cristo mediante la revelación natural sería contraria a las actividades misioneras de Pablo.
Sobre la cuestión de si es justo que Dios condene a los que nunca han oído de Cristo, vea la explicación en el capítulo 19.
La Biblia es necesaria para la salvación, entonces, en este sentido: uno debe o bien leer el mensaje del evangelio en la Biblia por uno mismo, u oírlo de otra persona. Incluso los creyentes que llegaron a la salvación en el antiguo pacto lo hicieron confiando en las palabras de Dios con que prometió un Salvador.
Es más, estas repetidas instancias de personas que confiaron en las palabras de la promesa de Dios, junto con los versículos mencionados arriba que afirman la necesidad de oír de Cristo y creer en él, parecen indicar que los pecadores necesitan más sobre qué apoyar su fe que simplemente una idea intuitiva de que Dios tal vez pudiera proveer un medio de salvación.
Parece que el único cimiento suficiente firme para apoyar uno la fe es la palabra misma de Dios (sea hablaba o escrita).
Esto, en los tiempos más antiguos vino en una forma muy breve, pero desde el mismo principio tenemos evidencia de palabras de Dios que prometían la salvación que vendría, palabras en las que confiaron los que Dios llamó a sí mismo.
Por ejemplo, incluso en la vida de Adán y Eva hay palabras de Dios que señalan hacia una salvación futura; en Génesis 3:15la maldición a la serpiente incluye una promesa de que la simiente de la mujer (uno de sus descendientes) aplastaría la cabeza de la serpiente pero él mismo caería herido en el proceso, promesa que un día se cumplió en Cristo. El hecho de que los dos primeros hijos de Adán y Eva, Caín y Abel, ofrecieron sacrificios al Señor (Gn 4: 3-4) indica que tenían conciencia de la necesidad de hacer algún tipo de pago por sus pecados y de la promesa de Dios de aceptar los sacrificios que ofrecieran de manera apropiada. Génesis 4:7:
«Si hicieras lo bueno, podrías andar con la frente en alto» expresa de nuevo de manera breve palabras de Dios en que ofrecía algún tipo de salvación al que confiara en la promesa de Dios.
Conforme progresaba la historia del Antiguo Testamento, las palabras de Dios que expresaban promesas se iban haciendo cada vez más específicas, y la fe del pueblo de Dios que miraba hacia delante se fue haciendo cada vez más definida.
Sin embargo, siempre parece haber habido una fe apoyada-específicamente en las palabras del mismo Dios. Así que, aunque más adelante se argumentará que aparte de la Biblia las personas pueden saber que Dios existe y pueden saber algo de sus leyes, parece que no hay posibilidad de llegar a tener una fe que salva aparte del conocimiento específico de las palabras de la promesa de Dios.

B. LA BIBLIA ES NECESARIA PARA MANTENER LA VIDA ESPIRITUAL

Jesús dijo en Mateo 4: 4 (citando Dt 8: 3): «No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios». Aquí Jesús indica que nuestra vida espiritual se mantiene mediante la alimentación diaria con la Palabra de Dios, tal como nuestra vida fisica se mantiene por la nutrición diaria con alimento fisico.
Descuidar la lectura regular de la palabra de Dios es perjudicial para la salud del alma, así como descuidar el alimento fisico es perjudicial para la salud de nuestro cuerpo.
De modo similar, Moisés le dice al pueblo de Israel la importancia de las palabras de Dios para la vida: «Porque no son palabras vanas para ustedes, sino que de ellas depende su vida; por ellas vivirán mucho tiempo en el territorio que van a poseer al otro lado del Jordán» (Dt 32: 47); y Pedro anima a los creyentes a quienes les escribe diciéndoles: «Deseen con ansias la leche pura de la palabra, como niños recién nacidos. Así, por medio de ella, crecerán en su salvación» (1ª P 2: 2).
La «leche pura de la palabra» en este contexto se debe referir a la Palabra de Dios de la cual Pedro ha estado hablando (vea 1ª P 1: 23-25). La Biblia, entonces, es necesaria para mantener la vida espiritual y para el crecimiento en la vida cristiana.

C. LA BIBLIA ES NECESARIA PARA EL CONOCIMIENTO CERTERO DE LA VOLUNTAD DE DIOS

Más adelante se explicará que toda persona que jamás ha nacido tiene algún conocimiento de la voluntad de Dios mediante su conciencia. Pero este conocimiento a menudo es indistinto y no puede dar certeza.
A decir verdad, si no hubiera palabra de Dios escrita, no podríamos tener certeza en cuanto a la voluntad de Dios por otros medios tales como la conciencia, el consejo de otros, el testimonio interno del Espíritu Santo, circunstancias cambiantes, y el uso de razonamiento santificado y sentido común.
Todo esto puede darnos una aproximación a la voluntad de Dios en maneras más o menos confiables, pero de estos medios por sí solos no se puede lograr ninguna certeza en cuanto a la voluntad de Dios, por lo menos en un mundo caído en donde el pecado distorsiona nuestra percepción del bien y el mal, inserta razonamiento defectuoso en nuestro proceso de pensamiento, y nos hace suprimir de tiempo en tiempo el testimonio de nuestra conciencia  (Jer 17: 9; Ro 2: 14-15; 1ª Co 8: 10; Heb 5: 14; 10: 22; también 1ª Ti 4: 2; Tit 1: 15).
En la Biblia, sin embargo, tenemos afirmaciones claras y definitivas en cuanto a la voluntad de Dios. Dios no nos ha revelado todas las cosas, pero sí nos ha revelado lo suficiente para que sepamos su voluntad: «Lo secreto le pertenece al Señor nuestro Dios, pero lo revelado nos pertenece a nosotros y a nuestros hijos para siempre, para que obedezcamos todas las palabras de esta ley» (Dt 29:29).
Como fue en el tiempo de Moisés, así lo mismo con nosotros ahora: Dios nos ha revelado sus palabras para que podamos obedecer sus leyes y por consiguiente hacer su voluntad.
Los que son «intachables» ante Dios son «1os que andan conforme a la ley del Señor» (Sal 119: 1). El hombre «dichoso» es el que no sigue la voluntad de los malos
(Sal 1: 1), sino que se deleita «en la ley del Señor», y medita en la ley de Dios «día y noche» (Sal 1:2). Amar a Dios (y por lo tanto actuar de una manera que le agrade a él) es «guardar sus mandamientos» (1ª Jn 5:3).
Para tener conocimiento cierto de la voluntad de Dios, entonces, debemos procurarlo mediante el estudio de la Biblia. De hecho, en cierto sentido se puede afirmar que la Biblia es necesaria para conocimiento cierto de cualquier cosa. El filósofo pudiera argumentar como sigue:
El hecho de que no lo sepamos todo requiere que no tengamos certeza en cuanto a todo lo que afirmamos saber. Esto es porque cualquier dato que nos es ahora desconocido pudiera aflorar y demostrar que lo que habíamos pensado que era verdad en realidad es falso. Por ejemplo, pensamos que sabemos nuestra fecha de nacimiento, nuestro nombre, nuestra edad, etcétera.
Pero debemos reconocer que es posible que algún día pudiéramos hallar que nuestros padres nos dieron información falsa y nuestro conocimiento «cierto» es incorrecto. Respecto a los acontecimientos que personalmente hemos experimentado, todos nos damos cuenta cómo es posible que «recordemos» palabras o acontecimientos incorrectamente y que más tarde nos veamos corregidos por información más precisa.
Podemos por lo general tener más certeza en cuanto a acontecimientos de nuestra experiencia presente, en tanto y en cuanto siga siendo presente (pero incluso eso, alguien pudiera aducir, pudiera ser un sueño, Y descubriremos eso sólo cuando nos despertemos). En cualquier caso, es dificil responder a la pregunta del mósofa:
Si no tenemos todos los datos sobre el universo, pasados, presentes y futuros, ¿cómo podemos vamos a tener la certeza de que tenemos la información correcta acerca de algún dato?
En última instancia hay sólo dos soluciones posibles a este problema:
(1) Debemos adquirir todos los datos del universo a fin de estar seguros de que ningún dato que se pudiera descubrir subsiguientemente demuestre que nuestras ideas presentes son falsas; o.
(2) Alguien que en efecto tiene todos los datos del universo, y que nunca miente, pudiera ofrecemos algunos datos verdaderos para que podamos tener la seguridad que jamás serán contradichos.
Esta segunda solución es, en verdad, lo que tenemos en las palabras de Dios en la Biblia. Dios sabe todos los datos que siempre han existido y los que van a existir; y este Dios que es omnisciente (todo lo sabe) tiene conocimiento absoluto; no puede haber ningún dato que él no conozca ya; y por eso, nunca podrá haber nada que demuestre que algo que Dios piensa es falso.
Es de esta infinita bodega de conocimientos ciertos de lo que Dios, que nunca miente, nos ha hablado en la Biblia, en la cual nos ha dicho muchas cosas verdaderas en cuanto a sí mismo, en cuanto a nosotros mismos y en cuanto al universo que él hizo. Jamás podrá aparecer ningún dato que contradiga la verdad que haya dicho este Ser omnisciente.
Por tanto, es apropiado que tengamos más certeza en cuanto a las verdades que leemos en la Biblia que en cuanto a cualquier otro conocimiento que tengamos. Si vamos a hablar de grados de certeza del conocimiento que tenemos, el conocimiento que obtenemos de la Biblia tendría el grado más alto de certeza; si la palabra «cierto» se puede aplicar a alguna clase de conocimiento humano, se puede aplicar a este conocimiento.
NOTA. Esta afirmación da por sentado que nos hemos convencido de que la Biblia es en verdad las mismas palabras de Dios, y que hemos entendido correctamente por lo menos algunas porciones de la Biblia. Sin embargo, en este punto, la doctrina de la claridad de la Biblia que se consideró en el capítulo previos nos asegura que podemos entender correctamente las enseñanzas de la Biblia, y el testimonio abrumador de la Biblia de su propia autoría divina (que se consideran en los capítulos arriba respecto a las diferentes formas de la palabra de Dios y en cuanto a la autoridad de la Biblia), hecha persuasiva en nosotros por la obra del Espíritu Santo, nos convence de la autoría divina de la Biblia.
En este sentido el argumento se convierte no tanto en circular como algo como una espiral en el que cada sección de la doctrina de la Biblia refuerza a la otra y ahonda nuestra persuasión de la veracidad de otras secciones de la doctrina de la Biblia. Por este proceso nuestra persuasión de que la Biblia es la palabra de Dios, que es verdad, que es clara, y que el conocimiento cierto que obtenemos de ella es cierto, se vuelve más y más fuerte mientras más estudiamos y reflexionamos en ella.
Podemos, por supuesto, hablar de grados de certeza que podríamos obtener respecto al hecho de que la Biblia es la palabra de Dios, y grados de certeza de que nuestra interpretación de alguna de sus enseñanzas de la Biblia es correcta. Luego, desde el punto de vista de la experiencia personal del individuo, podríamos decir que nuestra certeza de la corrección del conocimiento que tenemos de la Biblia crece en proporción a nuestra certeza en cuanto al carácter exhalado por Dios y claridad de la Biblia.
Este concepto de la certeza del conocimiento que obtenemos de la Biblia entonces nos da una base razonable para afirmar la corrección de mucho del resto del conocimiento que tengamos. Leemos la Biblia y hallamos que su concepto del mundo que nos rodea, de la naturaleza humana y de nosotros mismos corresponde estrechamente con la información que hemos obtenido de nuestras propias experiencias sensoriales en el mundo que nos rodea.
Así que nos sentimos animados a confiar en nuestras experiencias sensoriales del mundo que nos rodea; nuestras observaciones corresponden con la verdad absoluta de la Biblia; por consiguiente, nuestras observaciones también son ciertas y, en general, confiables. Tal confianza en la confiabilidad general de las observaciones hechas con nuestros ojos y oídos queda confirmada adicionalmente por el hecho de que es Dios quien hizo estas facultades y que en la Biblia frecuentemente nos anima a usarlas (compare también Pr 20: 12: «Los oídos para oír y los ojos para ver: ¡hermosa pareja que el Señor ha creado!»).
De esta manera el creyente que toma la Biblia como Palabra de Dios escapa del escepticismo filosófico en cuanto a la posibilidad de obtener conocimiento cierto con nuestras mentes finitas. En este sentido, entonces, es correcto decir que para las personas que no son omniscientes, la Biblia es necesaria para tener conocimiento cierto de cualquier cosa.
Este hecho es importante para la explicación que sigue, en donde afirmamos que los que no creen pueden saber algo en cuanto a Dios partiendo de la revelación general que se ve en el mundo que los rodea. Aunque esto es verdad, debemos reconocer que en un mundo caído el conocimiento que se obtiene por observación del mundo siempre es imperfecto y siempre proclive a error o interpretación errada.
Por consiguiente, el conocimiento de Dios y la creación que se obtiene de la Biblia se debe usar para interpretar correctamente la creación que nos rodea. Usando los términos teológicos que definiremos más abajo, podemos decir que necesitamos revelación especial para interpretar correctamente la revelación general.

D. PERO LA BIBLIA NO ES NECESARIA PARA SABER QUE DIOS EXISTE

¿QUÉ DE LOS QUE NO LEEN LA BIBLIA? ¿PUEDEN ELLOS OBTENER ALGÚN CONOCIMIENTO DE DIOS? ¿PUEDEN SABER ALGO EN CUANTO A LAS LEYES DE DIOS?
Sí; sin la Biblia algún conocimiento de Dios es posible, aun si no es conocimiento absolutamente cierto.
Los seres humanos pueden obtener cierto conocimiento de que Dios existe y cierto conocimiento de algunos de sus atributos simplemente observándose a sí mismos y el mundo que los rodea. David dice: «Los cielos cuentan la gloria de Dios, el firmamento proclama la obra de sus manos» (Sal 19: 1). Mirar el firmamento es ver evidencia del poder infinito, sabiduría e incluso belleza de  Dios; es observar un testigo majestuoso de la gloria de Dios.
De manera similar, Bernabé y Pablo les hablaron a los habitantes griegos de Listra en cuanto al Dios viviente que hizo los cielos y la tierra: «En épocas pasadas él permitió que todas las naciones siguieran su Dios y que en efecto entendemos sus enseñanzas (por lo menos sus enseñanzas principales) correctamente, entonces es apropiado decir que el conocimiento que obtenemos de la Biblia es más cierto que cualquier otro conocimiento que tengamos.
Sin embargo, no ha dejado de dar testimonio de sí mismo haciendo el bien, dándoles lluvias del cielo y estaciones fructíferas, proporcionándoles comida y alegría de corazón» (Hch 14: 16-17).
Las lluvias y las estaciones fructíferas, la comida que produce la tierra, y la alegría de corazón de las personas dan testimonio todas, del hecho de que su Creador es un Dios de misericordia, de amor e incluso de alegría. Estas evidencias de Dios están en toda la creación que nos rodea para que las vean los que están dispuestos a verlas.
Incluso aquellos que en su maldad suprimen la verdad no pueden evadir las evidencias de la existencia y naturaleza de Dios en el orden creado:
Lo Que Se Puede Conocer Acerca De Dios Es Evidente Para Ellos, Pues Él Mismo Se Lo Ha Revelado. Porque Desde La Creación Del Mundo Las Cualidades Invisibles De Dios, Es Decir, Su Eterno Poder Y Su Naturaleza Divina, Se Perciben Claramente A Través De Lo Que Él Creó, De Modo Que Nadie Tiene Excusa. A Pesar De Haber Conocido A Dios, No Lo Glorificaron Como A Dios Ni Le Dieron Gracias, Sino Que Se Extraviaron En Sus Inútiles Razonamientos, Y Se Les Oscureció Su Insensato Corazón (Ro 1: 19-21).
Aquí Pablo dice no sólo que la creación da evidencia de la existencia y carácter de Dios, sino que también incluso los perversos reconocen esa evidencia. Lo que se puede saber de Dios «es evidente para ellos» y en verdad «a pesar de haber conocido a Dios» (evidentemente, sabían quién era Dios), «no lo glorificaron como a Dios ni le dieron gracias».
Este pasaje nos permite decir que toda persona, incluso la más perversa, tiene algún conocimiento interno o percepción de que Dios existe y de que es un Creador poderoso. Este conocimiento se ve «a través de lo que él creó», frase que se refiere a toda la creación.
Sin embargo es probable que al ver a los seres humanos creados a imagen de Dios -es decir, al verse a sí mismos y a otras personas que incluso los perversos ven la grandiosa evidencia de la existencia y naturaleza de Dios.
Así que, incluso sin la Biblia, todas las personas que han existido han tenido evidencia en la creación de que Dios existe, que es el Creador y ellas son sus criaturas, y también han tenido alguna evidencia del carácter de Dios. Como resultado, ellas mismos han sabido algo en cuanto a Dios partiendo de esta evidencia (aunque nunca se dice que este sea un conocimiento que pueda llevarlos a la salvación).
NOTA: El teólogo suizo Karl Barth (1886-1968) negaba que el hombre natural pueda saber algo de Dios mediante la revelación general que se halla en la naturaleza, pero insistía en que el conocimiento de Dios puede venir sólo mediante un conocimiento de la gracia de Dios en Cristo. Su rechazo radical de la revelación natural no ha ganado aceptación general; descansa en una noción improbable de de Ro 1: 21 se refiere a un conocimiento de Dios en teoría pero no de hecho.

E. ES MÁS, LA BIBLIA NO ES NECESARIA PARA SABER ALGO EN CUANTO AL CARÁCTER DE DIOS Y SUS LEYES MORALES.

En Romanos 1 Pablo pasa a mostrar que incluso los que no creen que no tienen registro escrito de las leyes de Dios tienen en la conciencia algún entendimiento de las demandas morales de Dios. Hablando de una larga lista de pecados (envidia, homicidios, contiendas, engaños»), Pablo dice que los malos que las practican, «Saben bien que, según el justo decreto de Dios, quienes practican tales cosas merecen la muerte; sin embargo, no sólo siguen practicándolas sino que incluso aprueban a quienes las practican» (Ro 1: 32). Los malos saben que su pecado es un mal, por lo menos en gran medida.
Pablo entonces habla de la actividad de la conciencia en los gentiles que no tienen la ley escrita:
De Hecho, Cuando Los Gentiles, Que No Tienen La Ley, Cumplen Por Naturaleza Lo Que La Ley Exige, Ellos Son Ley Para Sí Mismos, Aunque No Tengan La Ley. Éstos Muestran Que Llevan Escrito En El Corazón Lo Que La Ley Exige, Como Lo Atestigua Su Conciencia, Pues Sus Propios Pensamientos Algunas Veces Los Acusan Y Otras Veces Los Excusan (Ro 2: 14-15).
La conciencia de los que no creen les da testimonio de las normas morales de Dios, pero a veces esta evidencia de la ley de Dios en el corazón de los que no creen es distorsionar o se suprime. Algunos de sus pensamientos los «acusan» ya veces sus pensamientos los «excusan», dice Pablo.
El conocimiento de las leyes de Dios derivado de tales fuentes nunca es perfecto, pero es suficiente para dar conciencia de las demandas morales de Dios a toda la humanidad. (Es sobre esta base que Pablo afirma que todo ser humano es culpable ante Dios por el pecado, incluso los que no tienen las leyes de Dios escritas en la Biblia.).
El conocimiento de la existencia, carácter y ley moral de Dios, que viene por creación a toda la humanidad, a menudo se llama «revelación general» (porque viene a toda persona en general).
La revelación general viene al observar la naturaleza, al ver a Dios influyendo directamente en la historia, y mediante el sentido interno de la existencia de Dios y sus leyes que él ha colocado dentro de todo ser humano.
La revelación general es distinta de la «revelación especial» que se refiere a las palabras de Dios dirigidas a personas específicas, tales como las palabras de la Biblia, las palabras de los profetas del Antiguo Testamento y los apóstoles del Nuevo Testamento, y las palabras de Dios dichas en discurso personal, tales como en el monte Sinaí o el bautismo de Jesús.
La revelación especial incluye todas las palabras de la Biblia, pero no se limita a las palabras de la Biblia, porque también incluye, por ejemplo, muchas palabras de Jesús que no están registradas en la Biblia, y probablemente hubo muchas palabras dichas por los profetas del Antiguo Testamento y los apóstoles del Nuevo Testamento que tampoco están anotadas en la Biblia.
NOTA: La conciencia de los no creyentes es suprimida o se endurece en varios aspectos de moralidad, dependiendo de las influencias culturales y circunstancias personales. Una sociedad caníbal, por ejemplo, tendrá muchos miembros cuya conciencia está endurecida y es insensible respecto al mal del homicidio, en tanto que la sociedad estadounidense, por ejemplo, exhibe muy poca sensibilidad de conciencia respecto al mal de falsedad en el habla, o falta de respeto por la autoridad de los padres, o por la inmoralidad sexual.
Es más, individuos que cometen repetidamente un cierto pecado a menudo hallan que los aguijonazos de la conciencia disminuyen con el tiempo; un ladrón puede sentirse muy culpable después de su primer o segundo robo, pero sentir escasa culpa después de haber robado veinte veces. El testimonio de la conciencia todavía está allí en cada caso, pero lo suprime la maldad repetida.
Vea en el capítulo 2, una consideración de las palabras de Dios en habla personal, las palabras de Dios dichas por labios humanos, y las palabras de Dios en la Biblia, todo lo cual cae en la categoría de revelación especial.
La verdad de que toda persona sabe algo de las leyes morales de Dios es una gran bendición para la sociedad, porque si no las supieran no habría ningún freno social para el mal que las personas harían y ningún freno de parte de su conciencia.
Pero debido a que hay algún conocimiento común del bien y del mal, los creyentes a menudo pueden hallar mucho consenso con los que no son cristianos en cuestiones de ley civil, normas de la comunidad, ética comercial básica y actividad profesional, y patrones aceptables de conducta en la vida ordinaria.
Es más, podemos apelar al sentido de bien dentro del corazón de las personas (Ro 2: 14) al intentar lograr que se emitan mejores leyes o que se descarten leyes malas, o enderezar algunas de las injusticias en la sociedad que nos rodea.
El conocimiento de la existencia y carácter de Dios también provee una base de información que permite que el evangelio tenga sentido en el corazón y la mente del que no es creyente; los que no creen saben que Dios existe y que han roto sus normas, así que las noticias de que Cristo murió para pagar por sus pecados deben ser verdaderamente buenas noticias para ellos.
Sin embargo, se debe martillar que la Biblia en ninguna parte indica que alguien pueda conocer el evangelio, o saber el camino de salvación, mediante la revelación general. Las personas pueden saber que Dios existe, que es su Creador, que le deben obediencia, y que han pecado contra él. La existencia de sistema de sacrificios en religiones primitivas en toda la historia atestigua el hecho de que las personas pueden saber estas cosas claramente aparte de la Biblia.
Las repetidas «lluvias y temporadas fructíferas» mencionadas en Hechos 14: 17 pueden incluso guiar a algunos a razonar que Dios no sólo es santo y justo sino también de un Dios amoroso y perdonador. Pero cómo la santidad y la justicia de Dios se pueden jamás reconciliar con su disposición para perdonar pecados es un misterio que jamás ha sido resuelto por ninguna religión aparte de la Biblia.
Tampoco la Biblia nos da ninguna esperanza de que de alguna manera se le pueda descubrir aparte de la revelación específica de Dios. Es la gran maravilla de nuestra redención que Dios mismo ha provisto el camino de salvación al enviar a su propio Hijo, que es a la vez Dios y hombre, para que sea nuestro representante y lleve la pena de nuestro pecado, combinando así la justicia y el amor de Dios en un acto infinitamente sabio y de gracia asombrosa.
Este hecho, que parece tan común al oído cristiano, no debe perder su asombro para nosotros; jamás podría haberlo concebido el hombre aparte de la revelación especial y verbal de Dios.
Es más, incluso si alguno que sigue una religión primitiva pudiera pensar que Dios de alguna manera debe haber pagado él mismo la pena de nuestros pecados, tal pensamiento sería solamente una especulación extraordinaria. Jamás podría sostenerse con suficiente certeza como para que fuera base en la cual apoyar fe que salva, a menos que Dios mismo confirmara con sus propias palabras tal especulación, es decir, las palabras del evangelio proclamando bien que eso en verdad iba a suceder (si la revelación vino en el tiempo antes de Cristo) o que ya ha sucedido (si la revelación vino en tiempo después de Cristo).
La Biblia nunca considera la especulación humana aparte de la Palabra de Dios como suficiente base en la cual decir que esa es fe que salva. La fe que salva, según la Biblia, siempre es la confianza en Dios que se apoya en la veracidad de las propias palabras de Dios.
PREGUNTAS PARA APLICACIÓN PERSONAL
1. Cuando usted le está testificando a uno que no es creyente, ¿qué es lo que usted querría por sobre todo lo demás que esa persona lea? ¿Conoce usted a alguien que alguna vez llegó a ser creyente sin haber leído la Biblia o haber oído que alguien le decía lo que la Biblia dice? ¿Cuál es, entonces la tarea primordial del misionero evangelizador? ¿Cómo debe la necesidad de la Biblia afectar nuestra orientación misionera?
2. ¿Alimenta usted su alma con el alimento espiritual de la Palabra tan cuidadosa y diligentemente como alimenta su cuerpo con alimento físico? ¿Qué nos hace tan insensibles espiritualmente que sentimos el hambre física más intensa? ¿Ente que el hambre espiritual? ¿Cuál es el remedio?
3. Al buscar activamente la voluntad de Dios, ¿en dónde deberíamos pasar la mayor parte de nuestro tiempo y esfuerzo? En la práctica, ¿en dónde pasa usted la mayor parte de su tiempo y esfuerzo al buscar la voluntad de Dios? ¿Le parece alguna vez que los principios de Dios en la Biblia están en conflicto con lo que parece ser la dirección que recibimos de sentimientos, conciencia, consejo, circunstancias, razonamiento humano o la sociedad? ¿Cómo debemos tratar de resolver el conflicto?
4. ¿Es tarea inútil esforzarnos por legislación civil basada en normas que estén de acuerdo con los principios morales de Dios que señala la Biblia? ¿Por qué hay buena razón para esperar que a la larga pudiéramos persuadir a una gran mayoría de nuestra sociedad que adopte leyes congruentes con las normas bíblicas? ¿Qué podría estorbar este esfuerzo?
TÉRMINOS ESPECIALES
Necesidad de la Biblia, revelación especial, revelación general, revelación natural
PASAJE BÍBLICO PARA MEMORIZAR

Mateo 4:4: Jesús Le Respondió: «Escrito Está: "No Sólo De Pan Vive El Hombre, Sino De Toda Palabra Que Sale De La Boca De Dios"».