¿ES LA BIBLIA SUFICIENTE PARA SABER LO QUE DIOS QUIERE QUE PENSEMOS Y HAGAMOS?
EXPLICACIÓN Y BASE BÍBLICA
¿DEBEMOS BUSCAR OTRAS
PALABRAS DE DIOS ADEMÁS DE LAS QUE TENEMOS EN LA BIBLIA?
LA DOCTRINA DE LA
SUFICIENCIA DE LA BIBLIA CONSIDERA ESTE ASUNTO.
A. DEFINICIÓN DE LA SUFICIENCIA DE LA BIBLIA
Podemos
definir la suficiencia de la Biblia como sigue: La suficiencia de la Biblia
quiere decir que la Biblia contiene todas las palabras de Dios que él quería
que su pueblo tuviera en cada etapa de la historia de la redención, y que ahora
contiene todo lo que necesitamos que Dios nos diga para salvación, para confiar
en él perfectamente y para obedecerle perfectamente.
Esta
definición hace énfasis en que es solo en la Biblia donde debemos buscar las
palabras de Dios para nosotros. También nos recuerda que Dios considera que lo
que nos ha dicho en la Biblia es suficiente para nosotros, y que debemos
regocijarnos en la estupenda revelación que nos ha dado y estar contentos con
ella.
Significativo
respaldo bíblico y explicación de esta doctrina se halla en las palabras de
Pablo a Timoteo: «Desde tu niñez conoces las Sagradas Escrituras, que pueden
darte la sabiduría necesaria para la salvación mediante la fe en Cristo Jesús»
(2ª Ti 3: 15).
El
contexto muestra que «las Sagradas Escrituras» aquí significan las palabras
escritas de la Biblia (2ª Ti 3:16). Esto es una indicación de que las palabras
de Dios que tenemos en la Biblia son todas las palabras de Dios que necesitamos
a fin de ser salvos; estas palabras pueden hacemos sabios «para la salvación».
Esto
lo confirman otros pasajes que hablan de las palabras de la Biblia como los
medios que Dios usa para llevarnos a la salvación (Stg 1: 18; 1ª P 1: 23).
Otros
pasajes indican que la Biblia es suficiente para equipamos para vivir la vida
cristiana. Pablo de nuevo le escribe a Timoteo: «Toda la Escritura es inspirada
por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir y para instruir en
la justicia, a fin de que el siervo de Dios esté enteramente capacitado para
toda buena obra» (2ª Ti 3: 16-17).
Aquí
Pablo indica que un propósito por el cual Dios hizo que se escribiera la Biblia
fue capacitamos para que podamos estar «enteramente capacitado para toda buena
obra». Si hay alguna «buena obra» que Dios quiere que el creyente haga, este
pasaje indica que Dios ha hecho provisión en su palabra para capacitar al
creyente para eso. Así que no hay ninguna «buena obra» que Dios quiera que hagamos
aparte de las que se enseñan en alguna parte en la Biblia; ella puede
capacitamos para toda buena obra.
Una
enseñanza similar se halla en el Salmo 119: «Dichosos los que van por caminos
perfectos, los que andan conforme a la ley del Señor» (v. 1). Este versículo
muestra un equivalente entre ser «perfectos» y «andar conforme a la ley del
Señor»; los que son perfectos son los que andan en la ley del Señor.
Aquí
de nuevo tenemos una indicación de que todo lo que Dios requiere de nosotros
consta en su palabra escrita; simplemente hacer todo lo que la Biblia nos
ordena es ser intachables a los ojos de Dios.
Para
ser moralmente perfectos a los ojos de Dios, entonces, ¿qué debemos hacer
además de lo que Dios nos ordena en la Biblia? ¡Nada! ¡Nada en absoluto! Si
guardamos las palabras de la Biblia seremos «perfectos» y estaremos haciendo
«toda buena obra» que Dios espera de nosotros.
B. PODEMOS BUSCAR TODO LO QUE DIOS HA DICHO SOBRE TEMAS EN PARTICULAR,
Y PODEMOS HALLAR RESPUESTAS A NUESTRAS PREGUNTAS.
Por
supuesto, nos damos cuenta de que nunca obedeceremos perfectamente toda la
Biblia en esta vida (vea Stg 3: 2; Jn 1: 8-10; y el cap. 24, más adelante). Así
que al principio pudiera parecer que no es muy significativo decir que todo lo
que tenemos que hacer es lo que Dios nos ordena en la Biblia, puesto que nunca
podremos obedecerla en su totalidad en esta vida.
Pero
la verdad de la suficiencia de la Biblia es de gran significación para nuestra
vida cristiana, porque nos capacita para enfocar nuestra búsqueda de las
palabras de Dios para nosotros sólo en la Biblia y nos ahorra la interminable
tarea de buscarlas en todos los escritos de los cristianos en toda la historia,
o en toda las enseñanzas de la iglesia, o en todos los sentimientos e
impresiones subjetivas que vienen a nuestra mente día tras día, a fin de
hallar lo que Dios requiere de
nosotros.
En un
sentido muy práctico quiere decir que podemos arribar a conclusiones claras
sobre muchas enseñanzas de la Biblia. Por ejemplo, aunque requiere algo de
trabajo, es posible hallar todos los pasajes bíblicos que son directamente
pertinentes al tema del matrimonio y divorcio, o las responsabilidades de los
padres para con los hijos, o las relaciones entre el creyente y el gobierno
civil.
NOTA: Esto no tiene la intención de implicar que
las impresiones subjetivas de la voluntad de Dios son inútiles o que se deban
ignorar. Eso sugeriría una noción casi deísta de que Dios (no) interviene en
las vidas de sus hijos y una noción más bien mecánica o impersonal de su
dirección.
Dios puede usar, y en efecto usa, impresiones
subjetivas de su voluntad para recordarnos y animarnos, y a menudo para
impulsar nuestros pensamientos en la dirección apropiada en muchas decisiones
rápidas que tomamos todo el día; y es la Biblia en sí misma la que nos dice en
cuanto a estos factores subjetivos en la dirección (vea Hch 16: 6-7; Ro 8: 9,
14, 16; Gá 5: 16-18,25).
Sin embargo estos versículos sobre la suficiencia
de la Biblia nos enseñan que tales impresiones subjetivas pueden tan sólo
recordarnos normas morales que ya están en la Biblia, o traer a la mente hechos
que nosotros (por lo menos en teoría) podríamos haber sabido o sabíamos de otra
manera; nunca pueden añadir a los mandamientos de la Biblia, o reemplazar la
Biblia para definir cuál es la voluntad de Dios, o ser igual a la Biblia en
autoridad en nuestras vidas.
Debido a que personas de toda clase de tradiciones
cristianas han cometido serios errores cuando se han sentido confiados de que
Dios les estaba «guiando los» a tomar una decisión en particular, es importante
recordar que, excepto en donde un pasaje explícito de la Biblia se aplica
directamente a una situación, nunca podemos tener el ciento por ciento de
certeza en esta vida de que sabemos cuál es la voluntad de Dios en una
situación.
Podemos tener sólo grados variados de confianza en
diferentes situaciones. Aunque nuestra capacidad para discernir la voluntad de
Dios debe aumentar conforme crecemos en la madurez cristiana, inevitablemente
cometeremos algunos errores.
Respecto a esto he hallado útil una frase de Edmund
Clowney: «El grado de certeza que tenemos respecto a la voluntad de Dios en una
situación es directamente proporcional al grado de claridad que tenemos en
cuanto a cómo la palabra de Dios se aplica a la situación» (de una conversación
personal, noviembre 1992).
Esta
doctrina significa, aún más, que es posible compilar todos los pasajes que se
relacionan directamente con asuntos doctrinales como la expiación, o la persona
de Cristo, o la obra del Espíritu Santo en la vida del creyente hoy. En estas y
cientos de otras cuestiones morales y doctrinales, la enseñanza bíblica en
cuanto a la suficiencia de la Biblia nos da confianza de que podremos hallar lo
que Dios nos exige que pensemos y hagamos en estas cuestiones.
En
muchas de estas cuestiones podemos lograr confianza de que nosotros, junto con
la vasta mayoría de la iglesia a través de la historia, hemos hallado y
formulado correctamente lo que Dios quiere que pensemos o hagamos. Dicho en
forma sencilla, la doctrina de la suficiencia de la Biblia nos dice que es
posible estudiar teología sistemática y ética, y hallar respuestas a nuestras
preguntas.
En
este punto diferimos de los teólogos católicos romanos, que dirían que no hemos
hallado todo lo que Dios nos dice en cuanto a un tema en particular mientras no
hayamos escuchado la enseñanza oficial de la iglesia en toda su historia.
Nosotros
responderíamos que aunque la historia de la iglesia puede ayudamos a entender
lo que Dios nos dice en la Biblia, jamás en la historia de la iglesia Dios ha
añadido a las enseñanzas o mandamientos de la Biblia; en ninguna parte en la
historia de la iglesia fuera de la Biblia Dios ha añadido algo que nos exija
que creamos o hagamos. La Biblia es suficiente para equiparnos para «toda buena
obra», y andar en sus caminos es ser «perfectos» a los ojos de Dios.
En
este punto también diferimos de los teólogos no evangélicos que no están
convencidos de que la Biblia es la Palabra de Dios en un sentido único y absolutamente
autoritativo, y que por consiguiente buscarían no sólo en la Biblia sino
también en muchos otros de los primeros escritos cristianos en un esfuerzo por
hallar no tanto lo que Dios le dijo a la humanidad sino más bien lo que muchos
cristianos iníciales experimentaron en su relación con Dios.
Ellos
no esperarían llegar a una sola conclusión unificada en cuanto a lo que Dios
quiere que pensemos o hagamos respecto a un asunto en particular, sino
descubrir una variedad de opiniones y puntos de vista compilados alrededor de
ideas principales unificadoras.
Todos
los puntos de vista sostenidos por los primeros cristianos en alguna de las
primeras iglesias serían potencialmente puntos de vista válidos para que los
cristianos los sostengan hoy también. A esto replicaríamos que nuestra búsqueda
de respuestas a cuestiones teológicas y éticas no es una búsqueda para saber lo
que varios creyentes han pensado en la historia de la iglesia, sino una
búsqueda para hallar y entender lo que Dios mismo nos dice en sus propias
palabras, que se hallan en la Biblia y sólo en la Biblia.
C. LA CANTIDAD DE ESCRITURAS DADAS FUE SUFICIENTE EN CADA ETAPA DE LA
HISTORIA DE LA REDENCIÓN.
La
doctrina de la suficiencia de la Biblia no implica que Dios no pueda añadir
otras palabras a las que ya le ha dicho a su pueblo. Más bien implica que el
hombre no puede añadir por iniciativa propia otras palabras a las que Dios ya
ha dicho.
Todavía
más, implica que de hecho Dios no le ha dicho a los seres humanos ninguna otra
palabra que nos exija que creamos u obedezcamos aparte de las que ya tenemos
ahora en la Biblia.
Este
punto es importante, porque nos ayuda a entender cómo Dios pudo decirle a su
pueblo que sus palabras para ellos eran suficientes en muchos puntos diferentes
en la historia de la redención, y cómo él pudo no obstante añadir otras
palabras más adelante. Por ejemplo, en Deuteronomio 29: 29 Moisés dice: «Lo
secreto le pertenece al Señor nuestro Dios, pero lo revelado nos pertenece a
nosotros ya nuestros hijos para siempre, para que obedezcamos todas las
palabras de esta ley».
Este
versículo nos recuerda que Dios siempre ha tomado la iniciativa para revelamos
cosas. Él ha decidido qué revelar y qué no revelar. En cada etapa de la
historia de la redención, lo que Dios había revelado era para su pueblo en ese
tiempo, y ellos debían estudiar, creer y obedecer esas cosas. Con progreso
ulterior en la historia de la redención, se añadieron más palabras de Dios que
registraban e interpretaban esa historia (vea el capítulo 3 respecto al desarrollo
del canon).
De
este modo, al tiempo de la muerte de Moisés los primeros cinco libros de
nuestro Antiguo Testamento fueron suficientes para el pueblo de Dios en ese
tiempo. Pero Dios dirigió a autores posteriores para añadir más de modo que las
Escrituras fueran suficientes para los creyentes en tiempos subsiguientes.
Para
los cristianos de hoy, las palabras de Dios que tenemos en el Antiguo y Nuevo
Testamentos juntos son suficientes para nosotros durante la edad de la iglesia.
Después de la muerte, resurrección y ascensión de Cristo, y la fundación de la
iglesia primitiva según se registra en el Nuevo Testamento, y la compilación de
los libros del canon del Nuevo Testamento, no ha tenido lugar ningún otro acto
central redentor de Dios en la historia (actos que tienen pertinencia directa
para todo el pueblo de Dios en el futuro), y por consiguiente no nos ha sido
dada ninguna otra palabra de Dios para registrar esos actos e
interpretárnoslos.
Esto
quiere decir que podemos citar pasajes bíblicos de todo el canon para mostrar
que el principio de la suficiencia de la revelación de Dios a su pueblo en cada
momento en particular ha seguido siendo el mismo. En este sentido, estos
versículos que hablan en cuanto a la suficiencia de la Biblia en periodos anteriores
también se aplican directamente a nosotros, aunque el tamaño de la Biblia ahora
es mayor que el tamaño de las Escrituras a que se referían en su escenario
original.
Los
siguientes pasajes bíblicos, pues, se aplican a nosotros también en ese sentido:
No
añadan ni quiten palabra alguna a esto que yo les ordeno. Más bien, cumplan los
mandamientos del Señor su Dios (Dt 4: 2).
Cuídate De Poner En Práctica Todo Lo Que Te Ordeno, Sin Añadir Ni Quitar
Nada (Dt 12: 32).
Toda Palabra De Dios Es Digna De Crédito; Dios Protege A Los Que En Él
Buscan Refugio.
No Añadas Nada A Sus Palabras, No Sea Que Te Reprenda Y Te Exponga Como
A Un Mentiroso (Pr 30: 5-6).
A Todo El Que Escuche Las Palabras Del Mensaje Profético De Este Libro
Le Advierto Esto: Si Alguno Le Añade Algo, Dios Le Añadirá A Él Las Plagas
Descritas En Este Libro. Y Si Alguno Quita Palabras De Este Libro De Profecía,
Dios Le Quitará Su Parte Del Árbol De La Vida Y De La Ciudad Santa, Descritos
En Este Libro (Ap 22: 18-19).
D. APLICACIONES PRÁCTICAS DE LA SUFICIENCIA DE LAS ESCRITURAS
La
doctrina de la suficiencia de Escrituras tiene varias aplicaciones prácticas a
nuestra vida cristiana. La siguiente lista tiene el propósito de ser útil pero
no exhaustiva.
1. La suficiencia de la Biblia debe animamos al tratar de descubrir lo que
Dios quisiera que pensemos (en cuanto a algún asunto doctrinal en particular) o
que hagamos (en una situación en particular).
Debemos
sentirnos animados porque todo lo que Dios quiere decimos respecto a ese asunto
se halla en la Biblia. Esto no quiere decir que la Biblia responda a todas las
preguntas que podamos concebir, porque «Lo secreto le pertenece al Señor
nuestro Dios» (Dt 29: 29); pero sí significa que cuando nos vemos frente a un
problema de importancia genuina en nuestra vida cristiana, podemos acercarnos a
la Biblia con la confianza de que en ella Dios nos proveerá dirección en ese
problema.
Habrá,
por supuesto, ocasiones cuando la respuesta que hallamos es que la Biblia no
dice nada directamente sobre nuestra pregunta. (Este sería el caso, por
ejemplo, si tratamos de hallar en la Biblia cuál es el «orden del culto» que
debemos seguir los domingos por la mañana, o si es mejor arrodillarse o tal vez
ponerse de pie cuando oramos, o a qué hora debemos servirnos nuestras comidas
durante el día, etc.).
En
esos casos, podemos concluir que Dios no nos exige que pensemos o que actuemos
de cierta manera respecto a ese asunto (excepto, tal vez, en términos de
principios más generales respecto a nuestras actitudes y metas). Pero en muchos
otros casos hallaremos dirección directa y clara del Señor para capacitarnos
para «toda buena obra» (2ª Ti 3:17).
Conforme
avanzamos en la vida, la práctica frecuente de buscar en la Biblia dirección resultará
en una capacidad creciente de hallar respuestas precisas, formuladas
cuidadosamente, a nuestros problemas y preguntas. El crecimiento a lo largo de
la vida en la comprensión de la Biblia incluirá, pues, crecimiento en la
habilidad de entender apropiadamente las enseñanzas de la Biblia y aplicarlas a
cuestiones específicas.
2. La suficiencia de la Biblia nos recuerda que no debemos añadirle nada a
la Biblia y que no debemos darle a otro escrito igual valor que a la Biblia.
Casi toda religión falsa o secta viola este principio. Los mormones, por
ejemplo, aducen creer en la Biblia, pero también conceden autoridad divina a El
Libro de Mormón.
Los
que siguen la Ciencia Cristiana similarmente aducen creer en la Biblia, pero en
la práctica consideran que el libro Ciencia y salud con clave a la Biblia por
Mary Baker Eddy, está a la par de la Biblia y por encima de ella en autoridad.
Puesto que estas afirmaciones violan los mandamientos de Dios de no añadir a
sus palabras, no debemos pensar que en estos escritos se pueda hallar alguna
palabra adicional de Dios para nosotros.
NOTA: La referencia primaria de este versículo es
por supuesto al libro de Apocalipsis mismo, pero su colocación aquí al mismo
final del único libro que podría venir como último en el canon del Nuevo
Testamento difícilmente puede ser accidental. De este modo, una aplicación
secundaria de este versículo al canon por entero no parece inapropiada (vea la
explicación en el capítulo 3,).
Incluso en iglesias cristianas a veces se comete un
error similar cuando hay quienes van más allá de lo que la Biblia dice y
afirman con gran confianza ideas nuevas en cuanto a Dios, o el cielo, basando
su enseñanza no en la Biblia sino en su propia especulación o incluso en
experiencias que aducen de haber muerto y haber regresado a la vida.
3. La Suficiencia De La Biblia También Nos
Dice Que Dios No Nos Exige Que Creamos Nada En Cuanto A Sí Mismo O Su Obra
Redentora Que No Se Halla En La Biblia.
Entre
los escritos de la época de la iglesia primitiva hay algunas colecciones de
dichos que supuestamente dijo Jesús y que no fueron preservados en los
Evangelios. Es probable que por lo menos algunos de estos «dichos de Jesús» que
se halla en esos escritos sean en realidad registros precisos de cosas que
Jesús en efecto dijo (aunque ahora para nosotros es imposible determinar con
algún alto grado de probabilidad cuáles serían esos dichos).
Pero
en realidad no importa para nada en nuestra vida cristiana que jamás leamos
alguno de esos dichos, porque Dios ha hecho que se anote en la Biblia todo lo
que necesitamos saber de las palabras y obras de Jesús a fin de confiar en él y
obedecerle perfectamente. Aunque estas colecciones de dichos tienen algún valor
limitado en la investigación lingüística y tal vez para el estudio de la
historia de la iglesia cristiana, no tienen ningún valor directo para nosotros
para aprender lo que debemos creer en cuanto a la vida y enseñanzas de Cristo,
o para formular nuestras convicciones doctrinales y éticas.
4. La Suficiencia De La Biblia Nos Muestra Que
No Debemos Colocar Ninguna Revelación Moderna De Dios En Nivel Igual De
Autoridad Al De La Biblia.
En
varias ocasiones en toda la historia de la iglesia, y particularmente en el
movimiento carismático moderno, ha habido quienes han aducido que Dios ha dado
revelaciones por medio de ellos para beneficio de la iglesia. Sin embargo, como
quiera que evaluemos tales afirmaciones debemos tener cuidado de nunca permitir
(ni en teoría ni en la práctica) que se coloquen tales revelaciones a igual nivel
que la Biblia.
Debemos
insistir en que Dios no nos exige que creamos nada en cuanto a sí mismo o su
obra en el mundo que esté contenido en esas revelaciones pero no en la Biblia;
y debemos insistir que Dios no nos exige que creamos u obedezcamos ninguna
directiva moral que nos venga mediante tales medios pero que la Biblia no
confirma.
La
Biblia contiene todo lo que necesitamos que Dios nos diga para confiar en él y
obedecerle perfectamente. También se debe notar en este punto que siempre que
han surgido desafíos a la suficiencia de la Biblia en forma de otros documentos
que se pretende colocar junto a la Biblia (sea de literatura cristiana
extrabíblica del primer siglo o de las enseñanzas acumuladas de la Iglesia
Católica Romana, o de libros de sectas como el Libro de Mormón), el resultado
siempre ha sido:
(1) Restarle énfasis a las enseñanzas de la Biblia misma y;
(2) Empezar a enseñar algunas cosas que son contrarias a la Biblia.
NOTA: Vea capítulo 52, sobre la posibilidad de
alguna clase de revelación de Dios continuando hoy cuando el canon ya está
cerrado, y especialmente el capítulo 53, sobre el don de profecía. De hecho,
los portavoces más responsables del movimiento carismático moderno parecen
concordar en general con esta precaución:
No quiero implicar en este punto que estoy
adoptando una noción «cesacionista» de los dones espirituales (es decir, la
noción que sostiene que ciertos dones, tales como la profecía y hablar en lenguas,
cesaron cuando los apóstoles murieron). Sólo quiero en este punto afirmar que
hay un peligro al concederles, explícita o incluso implícitamente, a estos
dones un status que efectivamente cuestiona la autoridad o la suficiencia de la
Biblia en las vidas de los creyentes. Una explicación más detallada de estos
dones se da en el capítulo 53, abajo,
Este es un peligro respecto al cual la iglesia
siempre debe estar consciente.
5. Con Respecto A Vivir La Vida Cristiana, La
Suficiencia De La Biblia Nos Recuerda Que Nada Es Pecado Si No Está Prohibido
Por La Biblia Bien Sea Explícitamente O Por Implicación.
Andar
en la ley de Dios es ser «perfecto» (Sal 111: 1). Por consiguiente no debemos
añadir prohibiciones a las que ya se indican en la Biblia. De tiempo en tiempo
puede haber situaciones en las que podría estar mal, por ejemplo, que el
creyente tome café o Coca-Cola, o que vaya al cine, o que coma carne ofrecida a
los ídolos (vea 1ª Co 8-10), pero a menos que se pueda mostrar alguna enseñanza
específica o algún principio general de la Biblia que prohíba estas cosas (o
cualquier otra actividad) para todos los creyentes, de todos los tiempos,
debemos insistir que estas actividades no son pecado en sí mismas y que Dios no
prohíbe esas cosas en toda situación para su pueblo.
Este
es también un principio importante porque siempre hay en los creyentes una
tendencia a empezar a descuidar la búsqueda diaria regular en la Biblia de
dirección y empezar a vivir según un conjunto de reglas escritas o tácitas (o
tradiciones denominacionales) respecto a lo que uno hace o no hace en la vida
cristiana.
Es
más, siempre que añadimos algo a la lista de pecados que prohíbe la Biblia
misma, se le hace daño a la iglesia y a la vida de los creyentes como
individuos. El Espíritu Santo no dará poder para la obediencia a reglas que no
tienen aprobación de Dios en la Biblia, ni tampoco los creyentes en general
hallarán deleite en la obediencia a mandamientos que no están de acuerdo con
las leyes de Dios escritas en sus corazones.
En
algunos casos los creyentes pueden repetida y fervientemente suplicarle a Dios
«victoria» sobre supuestos pecados que en realidad no son pecados de ninguna
manera, y sin embargo no se les dará ninguna «victoria», porque la actitud o
acción en cuestión no es un pecado y no desagrada a Ojos. Gran desaliento en la
oración y frustración en la vida cristiana puede ser generalmente el resultado.
En
otros casos lo que resulta es la desobediencia continuada o incluso creciente a
estos nuevos «pecados», junto con un falso sentido de culpa y alejamiento de
Dios. A menudo surge una creciente insistencia rígida y legalista a estas
nuevas reglas de parte de los que en efecto las siguen, y la comunión genuina
entre los creyentes en la iglesia disminuye.
A
menudo la evangelización queda sofocada, porque la proclamación silenciosa del
evangelio que resulta de la vida de los creyentes por lo menos parecerá (a los
de afuera) que incluye el requisito adicional de que uno debe encajar en este
patrón uniforme de vida a fin de llegar a ser miembro del cuerpo de Cristo.
NOTA: Por supuesto, sociedades humanas tales como
naciones, iglesias, familias, etc., pueden formular reglas de conducta en
cuanto sus propios asuntos (tales como «Los niños en esta familia no pueden ver
televisión por la noche los días de clases»).
En la Biblia no se puede hallar ninguna regla así,
ni tampoco es probable que tal regla se pudiera demostrar por implicación
partiendo de los principios bíblicos. Sin embargo Dios exige la obediencia a
estas reglas porque la Biblia nos dice que debemos estar sujetos a las
autoridades gobernantes (Ro 13: 1-7; 1ª P 2:1 3-3:6;).
Una negación de la suficiencia de la Biblia
ocurrirá sólo si alguien intenta dar a la regla una aplicación generalizada
fuera de la situación en la que debe funcionar apropiadamente (Ningún miembro
de nuestra iglesia debe ver televisión por la noche en los días laborales» o
«Ningún creyente debe ver televisión las noches de los días de trabajo»).
En tales casos ya no sería una regla de conducta en
una situación específica sino un mandamiento moral que evidentemente se
pretende aplicar a todo creyente cualquiera que sea su situación. No estamos en
libertad de añadir tales reglas a la Biblia o intentar imponerlas a todos los
creyentes sobre los que tenemos influencia, ni tampoco la iglesia como un todo
puede intentar hacer esto. (Aquí, de nuevo, la Iglesia Católica Romana
diferiría y diría que Dios le da a la iglesia la autoridad para imponer reglas
morales además de la Biblia, sobre todos los miembros de la iglesia).
Un
claro ejemplo de tales adiciones a los mandamientos de la Biblia se halla en la
oposición de la Iglesia Católica Romana a los métodos «artificiales» del
control de nacimientos, oposición que no tiene ningún respaldo válido en la
Biblia. El resultado ha sido una desobediencia ampliamente extendida,
alejamiento y culpa falsa.
Sin
embargo es talla propensión de la naturaleza humana a hacer tales reglas que
probablemente se podría hallar otros ejemplos en tradiciones escritas o tácitas
de casi cualquier denominación.
6. La Suficiencia De La Biblia También Nos Dice
Que Dios No Nos Exige Nada Que No Esté Ordenado En La Biblia Explícitamente O
Por Implicación.
Esto
nos recuerda que el enfoque de nuestra búsqueda de la voluntad de Dios debe
estar en la Biblia, antes que en buscar dirección mediante oración por
circunstancias cambiadas o sentimientos alterados, o dirección directa del
Espíritu Santo aparte de la Biblia. También quiere decir que si alguien aduce
tener un mensaje de Dios diciéndonos lo que debemos hacer, nunca debemos dar
por sentado que es pecado desobedecer tal mensaje a menos que pueda quedar
confirmado por la aplicación de la misma Biblia a nuestra situación.
El
descubrimiento de esta gran verdad podría dar tremenda alegría y paz a la vida
de miles de creyentes que, gastando incontables horas procurando hallar la
voluntad de Dios fuera de la Biblia, a menudo no tienen certeza de si la han
hallado.
Es
más, muchos creyentes hoy tienen escasa confianza en su capacidad para
descubrir la voluntad de Dios con algún grado de certeza. Así que hay escaso
esfuerzo por hacer la voluntad de Dios (porque, ¿quién puede saberla?) y poco
crecimiento en santidad delante de Dios.
Lo
opuesto debería ser la verdad. Los creyentes que están convencidos de la
suficiencia de la Biblia deberían empezar anhelantemente a buscar y hallar la
voluntad de Dios en la Biblia. Deberían con anhelo y regularmente crecer en
obediencia a Dios, y experimentar gran libertad y paz en la vida cristiana.
Entonces
podrían decir con el salmista: Por toda la eternidad obedeceré fielmente tu
ley. Viviré con toda libertad, porque he buscado tus preceptos. Los que aman tu
ley disfrutan de gran bienestar, y nada los hace tropezar (Sal 119: 44-45,
165).
7. La Suficiencia De La Biblia Nos Recuerda Que
En Nuestra Enseñanza Doctrinal Y Ética Debemos Hacer Énfasis En Lo Que La
Biblia Hace Énfasis Y Estar Contentos Con Lo Que Dios Nos Ha Dicho En La
Biblia.
Hay
algunos temas respecto a los cuales Dios nos ha dicho muy poco o nada en la
Biblia. Debemos recordar que «lo secreto le pertenece al Señor nuestro Dios»
(Dt 29:29) y que Dios nos ha revelado en la Biblia exactamente lo que consideró
apropiado para nosotros.
Debemos
aceptar esto y no pensar que la Biblia es algo menos de lo que debería ser, ni
empezar a desear que Dios nos hubiera dado mucha más información en cuanto a
temas sobre los cuales hay muy pocas referencias bíblicas. Por supuesto, habrá
algunas situaciones en las que nos vemos confrontados con un problema en
particular que requiere gran atención, mucho más que el énfasis que recibe en
la enseñanza de la Biblia.
Pero
esas situaciones deben ser relativamente infrecuentes y no deberían ser
representativas del curso general de nuestras vidas o ministerios.
Es
característica de muchas sectas martillar porciones o enseñanzas oscuras de la
Biblia (uno piensa en el énfasis mormón en el bautismo por los muertos, tema
que se menciona sólo en un versículo de la Biblia [1ª Co 15: 21], en una frase
cuyo significado exacto ahora es evidentemente imposible de determinar con
certeza).
Pero
un error similar lo cometió toda una generación de eruditos liberales del Nuevo
Testamento en la primera parte del siglo pasado, que dedicaron la mayor parte
de su vida académica a una búsqueda inútil de las fuentes «detrás» de nuestras
narraciones presentes de los Evangelios o la búsqueda de los «auténticos»
dichos de Jesús.
Desdichadamente,
un patrón similar ha tenido lugar demasiado a menudo entre evangélicos dentro
de varias denominaciones. Los asuntos doctrinales que han dividido a las
denominaciones protestantes evangélicas entre sí casi uniformemente han sido
asuntos sobre los cuales la Biblia pone relativamente poco énfasis, y asuntos
en los cuales nuestras conclusiones se deben derivar de inferencia hábil mucho
más que de afirmaciones bíblicas directas.
Por
ejemplo, ha habido o se han mantenido diferencias denominacionales respecto a
la forma «apropiada» de gobierno de la iglesia, la exacta naturaleza de la
presencia de Cristo en la Cena del Señor, la secuencia exacta de los eventos
que rodearán el retomo de Cristo, el tipo de personas que se deben admitir en
la cena del Señor, la manera en que Dios planeó que los méritos de la muerte de
Cristo se apliquen a los creyentes y no a los que no creen, los candidatos
apropiados para el bautismo, la correcta comprensión del «bautismo en el
Espíritu Santo», etcétera.
No
debemos decir que estos asuntos no tienen ninguna importancia, ni tampoco
debemos decir que la Biblia no dé solución a ninguno de ellos (en verdad, con
respecto a muchos de ellos se defenderá una solución específica en otros
capítulos de este libro).
Sin
embargo, puesto que todos estos temas reciben relativamente escaso énfasis
directo en la Biblia es irónico y trágico que dirigentes denominacionales a
menudo dediquen gran parte de su vida a defender precisamente puntos
doctrinales menores que hacen a sus denominaciones diferentes de otras. ¿Está
realmente tal esfuerzo motivado por el deseo de lograr unidad de comprensión en
la iglesia, o acaso pudiera brotar en alguna medida del orgullo humano, de un
deseo de retener poder sobre otros, o de un intento de auto justificación, lo
cual desagrada a Dios y a la larga no edifica para nada a la iglesia?
PREGUNTAS PARA APLICACIÓN PERSONAL
1. En el proceso de crecer en la vida cristiana y ahondar su relación con
Dios, ¿aproximadamente cuanto énfasis ha puesto usted en la lectura de la
Biblia misma y cuanto a leer otros libros cristianos? Al procurar saber la
voluntad de Dios para su vida diaria, ¿cuál es el énfasis relativo que usted
asigna a leer la Biblia misma o a leer otros libros cristianos? ¿Piensa usted
que la doctrina de la suficiencia de la Biblia le hará poner más énfasis en
leer la Biblia misma?
2. ¿Cuáles son algunos asuntos doctrinales o morales respecto a los cuales
usted tiene preguntas? ¿Ha aumentado este capítulo su confianza en la capacidad
de la Biblia para dar una respuesta clara a alguna de esas preguntas?
3. ¿Alguna vez ha querido que la Biblia dijera más de lo que dice respecto
a algún tema? ¿ü menos? ¿Qué piensa que motivó ese deseo? Después de leer este
capítulo, ¿qué le diría usted a alguien que expresara tal deseo hoy? ¿Cómo se
muestra la sabiduría de Dios en el hecho de que él escogió no hacer la Biblia
ni mucho más larga ni mucho más corta de lo que es?
4. Si la Biblia contiene todo lo que necesitamos que Dios nos diga para
obedecerle perfectamente, ¿cuál es el papel de lo siguiente para ayudarnos a
hallar la voluntad de Dios por nosotros mismos: consejo de otros, sermones o
clases bíblicas, nuestra conciencia, nuestros sentimientos, la dirección del
Espíritu Santo al percibirle impulsando nuestros deseos internos e impresiones
subjetivas, los cambios de circunstancias, el don de profecía (si usted piensa
que puede existir hoy)?
5. A la luz de este capítulo, ¿cómo podría usted hallar la voluntad
«perfecta» de Dios para su vida? ¿Es posible que podría haber más de una
alternativa «perfecta » en muchas decisiones que tomamos? (Considere Sal 1:3 y
1ª Co 7:39 al buscar la respuesta).
6. ¿Han habido ocasiones cuando usted ha entendido los principios de la
Biblia lo suficiente respecto a una situación específica pero no ha sabido los
hechos de la situación lo suficiente para saber cómo aplicar correctamente esos
principios bíblicos? Al procurar saber la voluntad de Dios, ¿puede haber otras
cosas que necesitamos saber excepto (a)
la enseñanza de la Biblia y (b) los
hechos de la situación en cuestión, junto con (c) habilidad para aplicar (a)
a (b) correctamente? ¿Cuál es,
entonces, el papel de la oración al buscar dirección? ¿Por qué cosas debemos
orar?